La revolución del concreto: tecnologías avanzadas que transforman la construcción
- Adriana Barragán González
- 22 oct
- 10 Min. de lectura
En la última década, el concreto ha dejado de ser un material estático para convertirse en protagonista de una verdadera revolución tecnológica. Innovaciones como el
concreto autorreparable, la impresión 3D de estructuras, los sensores inteligentes embebidos, las mezclas sostenibles y el monitoreo en tiempo real están cambiando la forma en que construimos. Estas tecnologías prometen obras más duraderas, eficientes y ecológicas, respondiendo a desafíos clave de la industria de la construcción. A continuación, exploramos cada avance –desde cómo un muro puede “sanar” sus propias grietas hasta edificios que se comunican su estado estructural– con un enfoque técnico e industrial. Cada sección incluye ejemplos y aplicaciones, incluso en México y Latinoamérica, para contextualizar cómo estas tendencias están impactando proyectos reales.
Concreto autorreparable: materiales que se sanan solos

El concreto autorreparable es un material innovador capaz de “cicatrizar” grietas de forma autónoma, alargando la vida útil de las estructuras. Una de las técnicas más prometedoras emplea bacterias especializadas como Bacillus subtilis. Estas bacterias se mezclan como aditivo en el concreto y permanecen inactivas hasta que se forma una fisura. Cuando el agua y el dióxido de carbono penetran por una grieta, las bacterias despiertan y producen carbonato de calcio (CaCO₃), un mineral que rellena y sella la fisura. Este proceso de biomineralización imita la cicatrización de la piel: la grieta se va “cerrando” con material calcáreo sólido, restaurando la integridad del concreto.
Esquema de acción del concreto autorreparable con bacterias. Con humedad, nutrientes y CO₂, los microbios producen CaCO₃ (carbonato de calcio) que sella las grietas en la estructura.
Los beneficios de este enfoque son evidentes. Al reparar microgrietas apenas aparecen, se evita que crezcan y comprometan la estructura, lo que aumenta la durabilidad y reduce la necesidad de mantenimiento. Investigaciones recientes en México han mostrado resultados alentadores: pequeñas grietas de 1–2 mm de ancho y varios centímetros de largo lograron sellarse completamente en unas pocas semanas bajo condiciones controladas. Para lograrlo, los científicos “entrenan” a las bacterias para sobrevivir en el ambiente hostil del concreto (un medio altamente alcalino) encapsulándolas en esporas resistentes. Además de la técnica biológica, existen otras aproximaciones de concreto autorreparable, como microcápsulas químicas incorporadas en la mezcla que liberan resinas epóxicas u otros agentes selladores al romperse con las grietas. En conjunto, estas innovaciones representan un cambio de paradigma: estructuras de concreto capaces de autopreservarse, inspiradas en procesos naturales y materiales inteligentes.
Impresión 3D con concreto: construyendo capa por capa
La impresión 3D está revolucionando la construcción al permitir “imprimir” estructuras de concreto directamente a partir de un modelo digital.

En lugar de encofrados y vaciados tradicionales, grandes impresoras robotizadas extruyen una mezcla especial de concreto capa por capa, dando forma a muros y elementos con geometrías complejas. Esta tecnología aporta múltiples ventajas: reduce desperdicios (el material se deposita solo donde hace falta), acelera los tiempos de obra y ofrece una flexibilidad de diseño antes impensable. Ya se han impreso viviendas, puentes peatonales y elementos urbanos en distintos países, demostrando la viabilidad del método.
Un caso emblemático en Latinoamérica ocurrió en Tabasco, México, donde se construyó la primera comunidad de casas impresas en 3D del mundo. En 2019, una ONG colaboró con empresas tecnológicas para edificar 50 casas de interés social mediante impresión 3D. Cada vivienda, de aproximadamente 46 m² con dos habitaciones, se imprimió en sólo 24 horas (tiempo efectivo de impresión por casa), usando una impresora Vulcan II y una mezcla patentada de concreto llamada Lavacrete. Las casas se levantaron con paredes de capas estriadas y se diseñaron con cimentaciones reforzadas para resistir la sismicidad local. Este proyecto piloto comprobó que la impresión 3D puede entregar viviendas de calidad, asequibles y seguras en un tiempo récord, ofreciendo una alternativa para combatir el rezago habitacional en comunidades vulnerables.
Viviendas impresas en 3D en Tabasco, México. Este proyecto construyó casas de concreto de 46 m² en aproximadamente 24 horas por unidad, demostrando la rapidez y viabilidad de la tecnología.
Además de viviendas, la impresión 3D con concreto se está aplicando en infraestructura y mobiliario. Por ejemplo, en 2024 se instaló en Tijuana una impresora 3D de concreto para fabricar mobiliario urbano innovador: bancas y mesas fueron impresas y donadas a la comunidad, en un proyecto piloto de regeneración de espacios públicos. A nivel global, también se han creado puentes peatonales impresos en 3D y elementos estructurales complejos. ¿Por qué interesa esta tecnología? Algunas ventajas clave son:
Rapidez de construcción: elementos que tardarían semanas en encofrarse y colarse, pueden imprimirse en días.
Ahorro de materiales: la fabricación aditiva usa solo el material necesario, disminuyendo residuos y coste. En algunos proyectos se reporta hasta 50–75% menos emisiones de CO₂ y casi cero desperdicios respecto al método tradicional.
Diseño optimizado: permite formas orgánicas, curvaturas y estructuras livianas difíciles de lograr con métodos convencionales, abriendo posibilidades arquitectónicas.
Esta tecnología aún enfrenta retos –como garantizar una calidad homogénea del concreto impreso y formar mano de obra especializada– pero su progreso es acelerado. En México y América Latina ya se vislumbran más iniciativas que adoptan la impresión 3D para construcción de viviendas de emergencia, módulos habitacionales y componentes estructurales, apuntando hacia obras más industrializadas y eficientes.
Concreto inteligente: sensores integrados en las estructuras
Otra tendencia transformadora es dotar al concreto de sensores inteligentes integrados para monitorear su propio comportamiento. Tradicionalmente, después de colar una estructura, no se tenía visibilidad directa de lo que ocurría en su interior hasta que aparecían problemas visibles. Hoy, gracias a dispositivos IoT (Internet de las Cosas) resistentes, es posible incrustar sensores durante el colado que luego quedan embebidos en elementos como columnas, losas o muros. Estos sensores pueden medir en tiempo real variables como:
Temperatura interna: crucial durante el fraguado y curado, para evitar gradientes térmicos excesivos o saber cuándo retirar cimbras.
Humedad y corrosión: útiles para detectar filtraciones o riesgo de corrosión en varillas de acero antes de que sea crítico.
Deformaciones y vibraciones: a través de acelerómetros o galgas embebidas, se detectan movimientos anómalos, asentamientos o sobrecargas en la estructura.
¿Cómo funciona en la práctica un “concreto sensorizado”? Un ejemplo es el uso de sensores inalámbricos tipo SmartRock o Maturix: se colocan pequeños nodos dentro del concreto fresco que envían datos continuos de temperatura y madurez a la nube. Un software calcula la resistencia que ha alcanzado el concreto en función de su historia térmica, permitiendo al ingeniero saber con precisión el avance del fraguado. Esto elimina conjeturas y pruebas destructivas tradicionales, optimizando tiempos de desencofrado y reduciendo costos de calidad. De hecho, en obras que han adoptado esta tecnología se han logrado acortar hasta 30–40% los tiempos de curado necesarios antes de cargar la estructura, sin sacrificar seguridad.
Más allá de la etapa de construcción, el concreto inteligente aporta valor durante toda la vida de la estructura. Sensores embebidos pueden seguir operando años después, vigilando la “salud” estructural. Por ejemplo, detectan microfisuras internas o vibraciones anormales en puentes y edificios, alertando antes de que el daño sea visible. En Latinoamérica, donde muchas zonas son sísmicas, esta clase de monitoreo es vital. Ya existen casos de edificios y puentes instrumentados con fibra óptica o acelerómetros integrados en el concreto para evaluar su desempeño tras un sismo fuerte, permitiendo inspecciones focalizadas solo donde los sensores indican posibles daños. En resumen, convertir el concreto en un material auto-sensorial está cambiando la gestión de proyectos: ahora las estructuras pueden hablar, enviando datos que ayudan a tomar decisiones de mantenimiento y seguridad basadas en información real y en tiempo real.
Formulaciones sostenibles: hacia un concreto más ecológico
El concreto moderno no solo busca ser más inteligente, sino también más sostenible. La producción de cemento (componente clave del concreto) es responsable de cerca del 7% de las emisiones globales de CO₂, y la construcción en conjunto aporta aproximadamente 37% de las emisiones relacionadas con energía a nivel mundial. Ante la urgencia climática, la industria ha desarrollado nuevas formulaciones de concreto ecológico destinadas a reducir su huella de carbono y aprovechar materiales reciclados. Entre las principales estrategias destacan:
Cementos de baja emisión: sustituir parte del clínker (el producto de alto CO₂ del cemento) por materiales suplementarios como cenizas volantes, escorias de alto horno, puzolanas naturales o calcín (arcilla calcinada). Por ejemplo, el cemento LC3 (caliza + arcilla) o mezclas con puzolana pueden reducir significativamente las emisiones sin perder resistencia.
Concreto con agregados reciclados: reutilizar escombros y concreto demolido triturado como agregado en nuevos vaciados. Esto disminuye la extracción de grava y arena vírgenes, a la vez que evita que los residuos de construcción terminen en vertederos. Ya existen en México empresas que producen agregados reciclados urbanos aptos para concreto estructural.
Concretos bajos en carbono premezclados: grandes proveedores han lanzado líneas de concreto “verde” que garantizan un porcentaje de reducción de CO₂. Por ejemplo, se han formulado concretos comerciales capaces de emitir 30% hasta 100% menos CO₂ que un concreto tradicional (este último alcanzando la neutralidad con compensaciones). Esto se logra optimizando la mezcla, usando adiciones cementantes y aditivos avanzados sin mermar desempeño.
Innovaciones diversas: como concretos geopoliméricos que prescinden de cemento Portland, la inyección de CO₂ durante el mezclado para mineralizarlo dentro del concreto (técnica de secuestro de carbono), y la incorporación de fibras naturales o polímeros reciclados para aligerar la mezcla y reducir material cementante requerido.
Los esfuerzos por un concreto sostenible ya están dando frutos en proyectos reales. En México, por ejemplo, el uso de concreto bajo en carbono se ha implementado en obras emblemáticas: la Presa Libertad en Nuevo León está construyéndose con concreto ecológico, logrando evitar la emisión de 80,000 toneladas de CO₂ respecto a un concreto convencional, y la Torre Moranta en Saltillo emplea solo concreto sustentable, con un ahorro estimado de 1,520 toneladas de CO₂. Estas reducciones son significativas, equivalentes a plantar miles de árboles o sacar de circulación cientos de automóviles. Además, el enfoque sostenible suele venir de la mano con la economía circular: por ejemplo, ciertos fabricantes de cemento en Latinoamérica ya reutilizan residuos de concreto y otros desechos industriales como insumo para nuevos cementos.
En síntesis, las nuevas formulaciones sostenibles demuestran que es posible construir con “concreto verde” sin sacrificar rendimiento. La mezcla adecuada y la innovación química permiten estructuras igual de sólidas y duraderas, pero con mucha menor huella ambiental. Esto no solo contribuye a las metas globales de reducción de emisiones, sino que también enriquece la reputación de la industria de la construcción como parte de la solución climática y no solo parte del problema.
Monitoreo en tiempo real de la infraestructura de concreto
Construir una obra de concreto es solo el comienzo; garantizar que se mantenga segura a lo largo de décadas es el siguiente gran desafío. Aquí es donde entran las tecnologías de monitoreo en tiempo real, que aprovechan sensores, redes y análisis de datos para vigilar continuamente la condición de puentes, edificios, carreteras y otras estructuras de concreto. En lugar de depender exclusivamente de inspecciones periódicas manuales, hoy podemos obtener un flujo constante de información desde la estructura misma, alertando de cualquier anomalía.
Un ejemplo destacado es la implementación de redes de vigilancia sísmica estructural en México y otros países latinoamericanos propensos a terremotos. Edificios inteligentes equipados con acelerómetros, inclinómetros y sensores de tensión transmiten datos las 24 horas del día. Si ocurre un sismo, se puede evaluar de inmediato cómo respondió cada edificio: si se inclinó, cuánto se deformó cada piso, dónde podría haberse dañado el concreto. Iniciativas recientes en Ciudad de México buscan instalar sensores en más de 1,000 escuelas públicas para desarrollar un sistema de alerta temprana que identifique daños estructurales post-sismo, protegiendo así a la comunidad escolar. De hecho, empresas especializadas en monitoreo, como la startup Huella Estructural, ya operan proyectos piloto en edificios icónicos de la capital (por ejemplo, un hotel de gran altura y la sede de Protección Civil) empleando sensores permanentes que miden vibraciones y desplazamientos. Estos dispositivos detectan cambios sutiles en el comportamiento estructural y envían los datos a plataformas en la nube para su análisis.
La clave del éxito en el monitoreo en tiempo real es combinar hardware resistente y análisis inteligente. Los sensores modernos pueden enviar información cada minuto sobre parámetros diversos (incluyendo humedad interna y temperatura, en su nueva generación). Luego, sistemas informáticos presentan estos datos en dashboard visuales accesibles para los ingenieros, mostrando gráficos de vibración, inclinación y estableciendo umbrales de alerta. Por ejemplo, si un puente de concreto empieza a experimentar vibraciones atípicas bajo cierto tráfico, el sistema podría notificar automáticamente a mantenimiento antes de que esas vibraciones provoquen fisuras mayores. Este enfoque predictivo permite anticipar fallas en vez de solo reaccionar a ellas, optimizando el ciclo de vida de las infraestructuras y priorizando la seguridad. En palabras de expertos, cada dólar invertido en monitoreo preventivo puede ahorrar hasta diez dólares en reparaciones a futuro, por no hablar de evitar riesgos catastróficos.
En el contexto industrial, el monitoreo en tiempo real también mejora la productividad. Pensemos en la construcción de una presa o un rascacielos: al curar grandes volúmenes de concreto, sensores de madurez avisan exactamente cuándo se ha alcanzado la resistencia necesaria para continuar con la siguiente etapa, evitando demoras innecesarias. Del mismo modo, en estructuras en servicio, saber en tiempo real cómo se comportan bajo cargas permite afinar su mantenimiento (por ejemplo, reforzando secciones que presenten fatiga antes de que ocurra una grieta importante). Todo esto se traduce en infraestructuras más confiables, gestionadas con datos y no solo con suposiciones. Poco a poco, las ciudades se están llenando de puentes y edificios “conectados”, donde el concreto ya no es mudo: habla a través de sus sensores y nos cuenta cómo está, minuto a minuto.
El concreto, material por excelencia de nuestras ciudades e infraestructuras, está experimentando un renacimiento tecnológico. Los ejemplos presentados –desde un concreto que se auto-repara con ayuda de bacterias hasta puentes impresos en 3D, pasando por edificios que se monitorean a sí mismos– ilustran cómo la ingeniería de materiales y la transformación digital convergen en el mundo de la construcción. Estas innovaciones en concreto aportan soluciones a problemas antiguos: grietas, lentitud constructiva, incertidumbre estructural, alto impacto ambiental, entre otros. Para profesionales de la construcción, ingenieros civiles y gestores de infraestructura, conocer y adoptar estas tecnologías significa estar un paso adelante en la creación de obras más seguras, durables y sostenibles.
En México y América Latina, la aplicación de estas tendencias ya es una realidad creciente. Proyectos piloto exitosos en la región demuestran que no se trata de ciencia ficción, sino de herramientas disponibles que pueden escalarse. Por supuesto, cada innovación conlleva sus retos (costos iniciales, necesidad de capacitación, adaptación de normativas), pero los beneficios a largo plazo son contundentes. En un contexto global que exige construir más y mejor con menos recursos, el camino apunta a un concreto cada vez más inteligente y verde. En conclusión, la tecnología aplicada en el concreto no solo está cambiando la manera de construir, sino que está reinventando el futuro de nuestras ciudades, una capa de cemento a la vez.
Referencias Bibliográficas:
Treviño, R. (2024). Edificios que cicatrizan gracias a un cemento que se autorrepara.
ArchDaily en Español (2021). Sensores en el hormigón: Nueva tecnología para mejorar su eficiencia y evitar desperdicio de material.
Franconetti, M. (2025). El concreto se vuelve inteligente: sensores e IoT transforman la industria de la construcción. Generación IoT.
Holcim México (2023). Holcim México construye con las mejores soluciones sostenibles e innovadoras en concreto.
Sisternes, Á. (2020). Impresión de viviendas 3D sociales: ¿mito o realidad? Reto Kömmerling.
En Concreto (2025). Huella Estructural impulsa el monitoreo preventivo...




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